martes, 28 de febrero de 2017

¿Por qué sigo escribiendo? - Parte 2: Mente ocupada

Siempre he tenido una mente muy activa: puedo estar mirando a los ojos a una persona, pero mi mente puede estar pensando en un soldado del desorden que está peleando en la tercera guerra contra los invasores del planeta Nota Adhesiva, quienes planean organizar todas nuestras ideas de forma efectiva. Esto último lo acabo de inventar mirando mi escritorio, pero creo que servirá como ejemplo (aunque no es algo que haga todo el tiempo: hay momentos que siempre me mantienen con los pies en la tierra).

Muchas personas tienen una mente que no puede dejar de trabajar, y siempre deben mantenerse ocupados con lo que sea: pueden ser deportistas, abogados, profesores, ingenieros, albañiles, panaderos, cocineros, o cualquier otra cosa, quienes se dedican a una actividad principal mientras inician otras muchas secundarias en su tiempo libre. Muchas de esas mentes no dejan de trabajar y terminan llegando a cursos poco placenteros cuando no se les ponen límites a los caminos que pueden recorrer.

Hace tiempo leía "Mientras Escribo" de Stephen King, quien citaba a Hemingway para decir que muchos escritores bebían para escapar al terror existencial de afrontar la realidad de nuestras existencias en el universo. Siendo muy sincero, hubo un tiempo en el que estuve obsesionado con esta idea, y muchos de esos pensamientos pueden verse en mi primera novela, que terminó teniendo largas descripciones de los pensamientos de un personaje que deseaba morir. Todo esto tuvo su climax cuando tuve que tomar fármacos para controlar mi estado, ya que no era agradable vivir con dolores de espalda y que se me haya comprimido un nervio del pecho por las enfermedades que me causaba el estrés. 

Cuando ya pasó todo esto, me dediqué a escribir nuevamente: había tenido dos decepciones amorosas en el plazo de un año, y ambas también están en esa novela en diferentes grados. También, comencé a plantearme la posibilidad de rescatar una historia escrita en mi adolescencia a la que le tenía mucho cariño, y comencé a plantearme la posibilidad de reescribirla con mi estilo nuevo. 

Sin embargo, no todas las historias son meros desahogos del terror de vivir el día a día: los antiguos poetas tenían a las musas, quienes eran las que intercedían entre los poetas y los dioses para brindar inspiración a los primeros. Tengo a mi musa, para quien guardo algunos de los relatos más personales, porque son para ella. Sin embargo, hay otros cientos de relatos que sí son mi forma de mantener la mente ocupada, y que me gustaría que otros lean para poder compartirlas y brindar un pequeño escape de la realidad desde un par de letras escritas en una hoja de papel o en un archivo digital.

Entonces, ¿por qué sigo escribiendo?

La segunda razón es esta: mantener la mente ocupada pensando en historias me ayuda a evitar que tome rumbos desagradables, y ha sido un recurso útil para mantenerme cuerdo cuando todo parece venirse abajo. Aunque también es porque la inspiración es un regalo divino, y no puede rechazarse así como así.

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