lunes, 30 de enero de 2017

El día que mi profe entendió que no aprendí nada

Si hay algo que me enferma después de estudiar para ser profesor, es que ahora te digan e inculquen que todo fracaso en el desempeño de los estudiantes es culpa del profesor, que en este caso soy yo.

Fue durante mi primer año de carrera que, en mi infinito afán de verme a mí mismo como escritor, terminé enterándome de que había una revista en mi facultad, y que estaban recibiendo columnistas. Hablé con el profesor a cargo, y publiqué un ensayo que hice sobre política que me sirvió para tener un 6,5 en una presentación un par de semanas antes.

Pero después llegó la semana de entrega para la segunda entrega de la revista. Fue en ese momento que vi mi copia de "El Príncipe", de Nicolás Maquiavelo, y me di cuenta de que estaba cansado de que me enseñaran que toda la culpa era del profesor cuando pasaba algo en la sala (incluso, por un momento, me acordé del chiste de que los enfermos le dan las gracias a Dios cuando algo sale bien, cuando fue el médico el que hizo todo el trabajo).

Todo esto hizo que mi mente escribiera un ensayo en el que decía como el profesor tenía que ser un tipo cabrón, pero un cabrón con estilo (gracias, Coco Legrand), y tenía que pedirle a alguien que lo leyera, así que se lo mandé a una profesora de un ramo de pedagogía.

Lo único que me dijo era que era todo lo contrario a lo que me habían enseñado en la carrera. Eso sí, me felicitó porque no tenía errores de redacción.

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